Sales de casa y … ¡pam! Notas algo extraño en tu cuerpo. «¡Oh, no! ¿Ya se me ha vuelto a desabrochar el sujetador?» Sin duda, muchas veces uno de nuestros fieles complementos íntimos del día a día, el sujetador, nos traiciona. Probablemente, te vayas a sentir muy identificada con estas situaciones, así que continúa leyendo para que veas que no eres el caso excepcional.
Problemas diarios con un sujetador
El hecho de que en mitad de la calle o en un evento importante sintamos como el sujetador se nos desabrocha es algo muy común. Esto es debido al desgaste que se produce en él, la misma tela y el material habrían cedido durante largo tiempo y ya no tienen ganas de dar más de sí. Ante un movimiento en falso (ya sea recolocarte el bolso o coger la barra del autobús), adiós a tu comodidad. En estos casos, quizás ya sea hora de renovar y apostar por nueva lencería y moda íntima.
Sabemos lo difícil que es acomodar las tiras del sujetador. Uno más para arriba, otro más para abajo. Sí, nos cuesta poder regularlo y es algo más difícil de calcular que los infinitos decimales del número pi. Y, si nos lo apretamos mucho, terminamos con el pecho como cangrejo de las rojeces e irritación por la presión. Intenta dedicar un pequeño tiempo a regularlo a tus medidas, al menos así podrás ir más cómoda durante una larga jornada.
Por otro lado, las molestias que ocasiona sentir el sujetador “pegajoso” y sudado es algo que hemos pasado todas. El sudor no es algo que podamos poner en ‘stop’ pero sí la comodidad de un buen sujetador transpirable que te resulte cómodo.
Por último, ¿tú también te preguntas cada cuanto hay que lavarlos? No te preocupes, es una cuestión más difícil que resolver el origen del universo. Intenta colocar una fecha semanal para su lavado.